No sabía que uno pudiera asistir como imputado al Supremo vestido con el traje de su oficio. Parece un video de Village People pero, dada nuestra diversidad cultural, augura grandes tardes: toreros, azafatas, maestrantes, monaguillos y, porque no, deslicémonos por la pendiente de los trajes regionales: neskitas, joteros, manolas, falleros. Yo mismo, me pido asistir vestido como el Pichi de Las Leandras.
Y la declaración. Bla, bla, bla. Sí, autoricé la “tortura”. Bla, bla, bla. Pero no utilicé las declaraciones obtenidas bajo “tortura” porque yo soy un señor. Bla, bla, bla. Lo hice porque me lo pidieron. Bla, bla, bla. Los abogados eran parte de la trama. Bla, bla, bla. Pero no lo hice constar porque me daba la risa. Bla, bla, bla. Las conversaciones necesitan dos interlocutores pero yo no le intervine a usted sino a su cliente cuando hablaba con usted, ay que me meo toa. Bla, bla, bla. Y así.
Esos maestros Kepaminondas y Belisario, grandes.
No sabía que uno pudiera asistir como imputado al Supremo vestido con el traje de su oficio. Parece un video de Village People pero, dada nuestra diversidad cultural, augura grandes tardes: toreros, azafatas, maestrantes, monaguillos y, porque no, deslicémonos por la pendiente de los trajes regionales: neskitas, joteros, manolas, falleros. Yo mismo, me pido asistir vestido como el Pichi de Las Leandras.
Y la declaración. Bla, bla, bla. Sí, autoricé la “tortura”. Bla, bla, bla. Pero no utilicé las declaraciones obtenidas bajo “tortura” porque yo soy un señor. Bla, bla, bla. Lo hice porque me lo pidieron. Bla, bla, bla. Los abogados eran parte de la trama. Bla, bla, bla. Pero no lo hice constar porque me daba la risa. Bla, bla, bla. Las conversaciones necesitan dos interlocutores pero yo no le intervine a usted sino a su cliente cuando hablaba con usted, ay que me meo toa. Bla, bla, bla. Y así.